How a Criminal Became an Artist
When I was 5 years old I stole a box of crayons from St. Vincent de Paul kindergarten in San Francisco, where my family lived. Our house was literally right next door to the school and when I arrived home that day my mother noticed a large rectangular bulge under my sweater.
When she asked what it was, I lied and told her Sister Theresa loaned me a box of crayons to take home for the weekend. However, I have the bad fortune of turning beet red when I lie and with a block of contraband conspicuously outlined beneath my sweater, my mother was instantly suspicious and walked me right back over to the classroom.
My mother asked Sister Theresa if she did, indeed, loan me the crayons, but before she could finish the sentence I started bawling my eyes out. I admitted that I’d lied because my little box of crayons didn’t have the gold and silver ones and I really, really needed the gold one especially.
The sister walked me and my mom into her office where I expected to be punished. Instead she sat me on her lap and proceeded to explain about stealing. My face turned such a deep shade of red and I continued crying so hard that she gave me a piece of taffy from her drawer and then offered to let me take the crayons home for the weekend if I promised to ask permission in the future.
I promised the sister I would and left her office with a mouth full of taffy and the deluxe box of crayons in my hands - gold and silver included - and happily gave up my former life of crime.
I decided right then that I wanted to become a nun just like kindly Sister Theresa, but that lofty goal only lasted until first grade when I discovered boys. Patty O'Brien's Valentines day card with a chocolate covered cherry taped to it ended my aspirations to sainthood and won my heart; I covered the one I made for him with gold crayon hearts and I've been coloring my heart out ever since.
Poner Fin a mi Vida de Crimen
Cuando tenía 5 años robé una caja de lápices de colores de la guardería San Vicente de Paúl de San Francisco, donde vivía mi familia. Nuestra casa estaba al lado de la escuela y cuando llegué a casa ese día mi madre notó un gran bulto rectangular debajo de mi jersey.
Cuando me preguntó qué era, le mentí y le dije que la Hermana Teresa me había prestado una caja de lápices de colores para que me la llevara a casa el fin de semana. Lamentablemente, tengo la mala suerte de ponerme roja cuando miento y, con un bloque de contrabando visible debajo de mi jersey, mi madre sospechó al instante y me llevo de vuelta al aula.
Mi madre le preguntó a la hermana Theresa si era verdad que ella me había prestado los lápices de colores, pero antes de que pudiera terminar la frase empecé a llorar a lágrima viva. Admití que había mentido porque mi cajita de lápices de colores no tenía los dorados ni los plateados y yo necesitaba especialmente el dorado.
La hermana nos acompañó a mi madre y a mí a su despacho, donde esperaba que me castigaran. En lugar de eso, me sentó en su regazo y procedió a explicarme lo que era robar. Mi cara se puso tan roja y seguí llorando tanto que me dio un caramelo de su cajón y me ofreció que me llevara los lápices de colores a casa el fin de semana si prometía pedir permiso la proxima vez que quisiera prestarlos.
Le prometí a la hermana que lo haría y salí de su despacho con la boca llena de caramelos y la caja de lujo de lápices de colores en las manos -dorados y plateados y renuncié alegremente a mi anterior vida delictiva.
Decidí entonces que quería ser monja como la bondadosa Sor Teresa, pero ese noble objetivo sólo duró hasta el primer curso, cuando descubrí a los chicos. La tarjeta de San Valentín de Patty O'Brien con una cereza cubierta de chocolate pegada acabó con mis aspiraciones a la santidad y conquistó mi corazón; cubrí la que le hice con corazones de cera dorada y desde entonces coloreo mi corazón.
Mia, what a story & the lesson learned. In my heart I believe you are doing what GOD had planned for you. Keep painting! From your FAN, Shirley Dearing
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